Las mil grullas de origami se han vuelto, además, un símbolo de paz, debido a la historia de Sadako Sasaki (1943-1955), una pequeña niña japonesa que deseó curarse de su enfermedad producida por la radiación de una bomba atómica. Si no conocéis esta historia os invito a que pongáis en nombre de Sadako Sasaki en gooogle y la leáis en cualquiera de las páginas que la relatan, porque es muy muy bonita, muy tierna y muy emocionante.
Mi hija y su entonces futuro esposo decidieron doblar mil grullas de papel cada uno antes de su boda para que se cumpliera su deseo de un matrimonio feliz y duradero. Una vez hechas, quisieron que todos los invitados a su boda las vieran, las disfrutaran y se pudieran llevar algunas a casa como un mágico recuerdo de una fiesta de lo más hermosa. Y quisieron también que, ya que las grullas les habían estado acompañando durante todos los preparativos de su boda, participaran junto a ellos de la celebración. Hoy os muestro cómo y de que manera nos acompañaron esas diminutas aves de papel en la fiesta, ante la sorpresa, el entusiasmo y la admiración de los invitados por tan ingente trabajo.
A la entrada ya nos encontramos con unas grullas, las de mayor tamaño, que nos daban la bienvenida. También pusieron en una mesa de la entrada las instrucciones para construir las grullas y algunos papeles, por si alguien se animaba a hacerlas:
En la zona donde se sirvió el aperitivo instalaron unos árboles con grullas de tres colores y blancas, en los que se alternaban fotos de los novios con los invitados. En el reverso de las fotografías Maria y Anael habían escrito mensajes personalizados para todos sus invitados... unas fotos que luego pudieron, también, llevarse a casa como recuerdo. Madre mía cuanto trabajo!!!
En el salón del banquete las grullas eran blancas. Cada grulla de las que formaban parte de la misma tira que colgaba de las varillas llevaba una pequeña cuenta transparente, o de colores, que hacía de tope para que no se deslizaran hacia abajo. O sea que a las 2000 grullas hay que añadir 2000 cuentecitas.
Las grullas de colores, esta vez de mayor tamaño, sirvieron también para decorar los modernos y coloridos centros de mesa.
Unas minúsculas grullas decoraban también las tarjetas en las que los invitados tenían anotado el número de su mesa. Lo más complicado fue trasladar los tarjetones en orden alfabético hasta el restaurante, ya que no podían apilarse por la presencia de las grullas. Como con el resto, también la gente se las llevó encantados a su casa.
Aqui tenéis otra imagen de las grullas blancas frente a los barriles de vino de las cavas en las que se celebró el banquete.
También a la hora del postre tuvieron su espacio las grullas, decorando con singular elegancia un delicioso postre de chocolate.Con un palo tan largo, parecía que iban a emprender el vuelo en cualquier momento.
La boda tuvo también su momento "PATCHWORK", cuando Maria descubrió a Anael el regalo que le había estado preparando los últimos meses (entre grulla y grulla): un tapiz en el que cada bloque, cada detalle evocaba momentos de la historia que ambos habían compartido hasta ese momento. Para mostraros este tapiz en detalle y para hablaros de su historia esperaremos unos días. Sirva esta foto de anticipo.
Otro momento "patchwork" fue durante la ceremonia: los pequeños cojines confeccionados por la novia que sirvieron para llevar las alianzas tenían, cada uno, una grulla hecha con telas blancas de diferentes estampados:
El recuerdo que se regaló a cada invitado al final del banquete era ¿cómo no?, tres grullas de diferentes colores introducidas en una bola de plástico transparente, con unas bolitas de porexpan, que evocaban las bolas de nieve que decoran nuestras casas en Navidad. El regalo lo confeccionaron personalmente los novios y, como salió casi gratis porque el trabajo lo pusieron ellos, la cantidad que habían destinado a los regalos de los invitados se envió a la Fundación Vicente Ferrer, para los programas de ayuda a las mujeres en la India. Bonito ¿no?
Estas eran las bolas.
Finalmente, en el baile, la sombra de las grullas acompañaba los pasos de baile de los que, con mejor o peor fortuna, con más o menos técnica, pero con absoluto entusiasmo y alegría, ponían con unos bailes el punto y final a una jornada que quedará para siempre en nuestro recuerdo, junto con las entrañables grullas que nunca olvidaremos.
Como colofón a esta historia plagada de grullas, de ilusiones y de buenos deseos os dejo esta última foto, en la que se aprecia que alguien colgó de uno de los árboles de grullas, quizás formulando su deseo particular, un chupete, ... Y EL DESEO SE HIZO REALIDAD: ESTÁ A PUNTO DE CUMPLIR CINCO MESES Y ES SIMPATIQUISIMO!!
Para acabar he de confesaros que la idea de doblar dos mis grullas fue una aventura que parecía inacabable, por tiempo y por paciencia, pero lo consiguieron y valió la pena!! ¿no os parece?
