Hoy es mi entrada número CIEN en este blog y no la voy a dedicar al Patchwork, ni a la aguja, ni a las labores. Es una cifra especial y quiero hacer algo especial.Quiero hablaros de un milagro que la mayoría de vosotras seguro que ya conocéis, la FUNDACION VICENTE FERRER y muy especialmente quiero contaros lo importante que fue para mí conocer a Vicente.
Desde los 20 años he tenido pasión por la India, he leido todos los libros que han caido a mis manos, he visto películas, reportajes, ... y hace unos dieciocho años empecé mi colaboración con la Fundación Vicente Ferrer y su programa de apradinamientos.
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El sonriente rostro de Sunyl, uno de mis apadrinados más pequeños. |
Desde entonces, he seguido la labor de la Fundación y no ha dejado de parecerme un verdaderdo milagro todo lo que Vicente y su gente han hecho en una de las regiones más pobres de la India.
Finalmente, al cumplir 50 años, pensé que había llegado el momento de viajar a la India, de conocer de cerca la Fundación, de saludar a mis apadrinados y, si fuera posible, de conocer a Vicente... y todo eso se cumplió. Puedo aseguraros que conocer a Vicente es de las mejores cosas que me ha sucedido en la vida. Su bondad, su dulzura, pero también su energía y su valentía se dejaban ver en sus palabras, en sus gestos, y en su abrazo, su cálido, entrañable y afectuoso abrazo.
La India es un pais apasionante que no deja a nadie indiferente: o enamora o produce un rechazo enorme. A nosotros nos encantó. Además hicimos el viaje por libre, en lugar de coger un viaje organizado, y eso le añadió un encanto especial, más de ir a la descubierta, un aire más aventurero... pero lo mejor de todo, sin duda, fueron los días que pasamos en el campus de la Fundación.
Fuimos a visitar un centro de encuadernación de los libros y libretas que utilizan los alumnos de las escuelas de la Fundación en sus clases. Este centro daba trabajo a mujeres de la casta más baja de la India, los intocables o dalits, y además viudas. En ese país, ser mujer, y además dalit, y además viuda, es ocupar el estrato social más bajo, con menos derechos y con menos oportunidad de tirar adelante. Por eso la Fundación se ocupa especialmente de ellas. En este centro podían trabajar, obtener un salario y sacar adelante a sus familias.Otro milagro.
Aqui podéis ver las abuelas de bebés recien nacidos a la hora del baño. Es un centro de maternidad que en la actualidad está cerrado, pero cuya visita fue uno de los momentos más entrañables del viaje. Las madres permanecían unos días en este centro, para reponerse del parto, y las abuelas se encargaban de los bebés para que las madres descansaran. De otra forma, si volvían enseguida a casa, se ponían a trabajar y la recuperación era más complicada.
Como dos de mis apadrinados eran ya muy mayores y acababa la fase del apadrinamiento, conocí a los dos nuevos apadrinados, un niño, SUNYL, y una niña, SUSANYA, ambos de cuatro años, que vinieron a conocernos al campus. Os los presento, aunque a Sunyl ya lo habéis visto al principio:
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Esta es la tímida SUSANYA. |
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Y éste es el simpático y sonriente SUNYL. Nos cantó una canción muy divertida y todos nos reimos mucho con él. |
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Y aquí estoy con ellos dos, paseando por el campus ¿no os parecen guapísimos? |
Me pasaría horas escribiéndoos cosas sobre la India, pero esto ha sido solo una pequeñisima muestra de todas las cosas buenas que os podría decir de la Fundación Vicente Ferrer. Os invito a que os animéis a conocerla y si os es posible, apadrinar a uno de estos niños. A mí es de lo mejor que me ha pasado en la vida y como ha sido bueno para mí, me encantaría que también lo fuera para vosotras.
Y os dejo con una última imagen de Vicente, caminando por la cantina del Campus, a punto de darnos nuestro último abrazo y darnos un adiós hasta siempre... y con un adiós simpático de Sunyl y Susanya. Hasta pronto guapas.